Dicen que los niños son esponjas, que aprenden
observando a su alrededor, copiando sus referentes, sus amigos, sus hermanos,
sus padres. Unos padres responsables pueden influir favorablemente a enriquecer
el entorno próximo del niño. Es importante cuidar el ambiente del hogar, controlar
los contenidos de la televisión o incluso evitar aquellos programas, video-juegos y
juguetes que no tengan ningún interés educativo. Es necesario que los padres continúen
formándose, en valores, en conocimientos, en destrezas, así el niño está
inmerso en un ambiente rico de estímulos. Observa a la madre, al padre, a los
hermanos, a los abuelos y toma ejemplo de ellos, les escucha y les imita. La familia
se convierte en una escuela viviente, los niños aprenden de los padres, de sus
profesiones, de sus talentos, de sus hobbies y de las tareas manuales o
mecánicas domésticas, como coser, cocinar, cuidar del huerto, bricolaje, etc. Es
importante el buen ejemplo de los
padres, no solo el ejemplo moral, sino el ejemplo profesional y académico. Es
sorprendente observar que la mayoría de auténticas y exitosas vocaciones pasan
de padres-madres a hijos. Dicen que un buen músico nace en el vientre de su
madre músico, es así, la auténtica escuela formadora es la familia, es
altruista, trascendental y amorosa. La herencia más valiosa que pueden dar unos
padres a sus hijos no es el dinero, sino la transmisión de conocimientos, valores,
destrezas, habilidades y experiencias de una generación a otra.
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