Everett Reimer es
un autor de una de las obras más polémicas en el campo de la escolarización,
con el título La escuela ha muerto, alternativas en materia de educación
(1973), un libro difícil de encontrar en España, conseguí de milagro un
ejemplar viejo en una librería de segunda mano. No se imprimen nuevos
ejemplares desde hace tiempo. Sin embargo la mirada crítica de este experto en
educación, aún hoy en día, nos debe hacer reflexionar sobre las políticas
educativas que no han cambiado tanto desde 1970. Reimer junto con Iván Illich, estudiaron los problemas de la educación hispanoamericana. Los países en vías
de desarrollo no podían costearse escuelas para todos los niños. Reimer hace
una crítica a las desigualdades que se dan entre los diferentes países y como las instituciones, en especial
la escuela, son cómplices de una promesa de progreso de naturaleza ilimitada
que conduce a resultados absurdos, pues no puede haber un progreso sin un fin.
El progreso, la
escolarización, ha permitido que la gran mayoría de los adolescentes tengan más
títulos, certificados académicos, posgrados, pero según Reimer es un
envilecimiento inflacionario de la divisa académica, en palabras de hoy: una
burbuja de la educación, se otorgan más títulos universitarios y secundarios
pero estos valen menos y no habilitaran a los estudiantes a obtener un trabajo (Reimer, 1973).
Reimer considera
que la escuela es la empresa más grande del mundo, se supone que las escuelas
están para educar, pero en realidad las escuelas se caracterizan por reunir
cuatro funciones sociales distintas: la de custodia, la de selección del papel
social, la doctrinaria y la educativa. El tener que soportar estas cuatro
funciones es lo que hace que la escuela resulte tan cara y por ende ineficaz.
El cuidado de los niños es lo que realmente resulta caro. Hay estudios que
demuestran que todo lo que se enseña en la escuela a lo largo de los doce años
de escolarización se puede aprender fácilmente en dos años, y con un poco de
esfuerzo en uno solo.
La segunda de las
funciones escolares es la clasificación de los niños cuando les llegue la edad
adulta. El sistema evaluativo distribuye a los niños en los diferentes casilleros
y los prepara para la selección de empleo. A unos niños se les pagará por su
fuerza física, a otros por sus habilidades manuales, a otros por su celebro y
estos factores determinarán cuánto se les pagará. Por ende los estudiantes de
las escuelas y universidades más caras y prestigiosas obtendrán directamente
puestos de trabajo en la cumbre de la jerarquía y aunque hoy en día se promueve
realmente una supuesta equidad, en una misma clase de cualquier lugar del mundo la primera semana ya se establecen jerarquías entre los alumnos. La escuela promueve el trabajar
para triunfar y no tanto el trabajar para aprender. Reimer ya habla de la
futura meritocracia que tenemos actualmente, los estudiantes e incluso los
padres están más preocupados por las notas, los test, las evaluaciones que por
los aprendizajes que se llevan a cabo dentro de las aulas.
La
doctrinación a la que se refiere Reimer
como la tercera de las funciones de la escuela, es lo que hoy en día llamamos
currículum oculto, los niños cuando
empiezan la escuela han aprendido infinidades de habilidades, conocimientos y
destrezas. Han aprendido a usar sus cuerpos, han aprendido el lenguaje y como
controlar sus emociones. Pero estos valores se invierten en la escuela. El qué,
el cuándo, el cómo y el dónde del aprendizaje lo deciden otros. En realidad lo
que aprenden los niños es que es bueno que el aprendizaje dependa de los demás.
Aprenden que solo es importante lo que se enseña en la escuela, es lo único que
vale la pena y también que si hay algo que se deba aprender tiene que ser enseñado.
Valoran el conformismo, la pasividad de la enseñanza dirigida que no promueve
el aprendizaje autónomo ni el aprendizaje a lo largo de toda la vida.
Además del cuidado del niño, del cribado social y la enseñanza
de valores la última función de la escuela que cita Reimer es la transmisión de
conocimiento y las destrezas cognitivas. Obviamente hay maestros muy excelentes
en la escuela de hoy y estudiantes excepcionales que son capaces de aprender,
se puede producir aprendizaje en la escuela, a pesar de la escuela, pero no
debido a la escuela (Reimer, 1973). Los hijos de los
padres cultos y educados aprenden a leer antes, incluso sin ir a la escuela, y
los hijos de padres analfabetos no aprenden a leer, ni siquiera en la escuela.
El papel de la familia en la educación académica de los hijos es esencial, en
realidad los auténticos maestros son los padres y las famosas y tan necesarias extraescolares.
La escuela enseña lenguaje, matemáticas, conocimiento del medio, inglés, pero
la pregunta es, ¿no se podría aprender esto igualmente e incluso mejor fuera de
la escuela, en contacto directo con el medio, con los expertos? Albert Einstein
hizo un comentario interesante cuando tuvo que permanecer un tiempo en la
universidad para sacarse un título, como consecuencia de ello se vio
imposibilitado de hacer trabajo alguno
creativo durante varios años.
La famosa equidad
que tanto se persigue en la escuela no tiene en cuenta que en realidad se
aprende más fuera de la escuela y que por tanto los pobres no privilegiados que no tienen recursos educativos en casa, son
muy desafortunados en la escuela y en la mayoría de las circunstancias la
abandonan con una etiqueta de fracasado en la frente y los niños privilegiados
que cuentan con numerosos recursos educativos en sus casas, libros, profesores
particulares, extraescolares, recursos digitales y padres cultos, disfrutan de un relativo éxito en
la escuela. La minoría de los Einstein en la escuela solo pierden un poco de
tiempo. La mayoría pierde su principal oportunidad de obtener una educación (Reimer, 1973).
Tremendas
palabras de Reimer que todavía hoy nos deben hacer reflexionar sobre el sentido
de la educación, las instituciones escolares y el gran papel de los padres en
la educación de los hijos.
Referencia
bibliográfica
Reimer, E. (1973). La escuela ha muerto.
Alternativas en materia de educación. Barcelona: Barral Editores.