“Hace unos años, en la clase de una profesora que
asistía a nuestro laboratorio de ciencias, durante los cinco años de escuela
primaria sólo se estudiaron los grillos. Sí, el programa de ciencias de los
cinco años se limitaba al estudio de los grillos. En las primeras clases los
niños conocían a los grillos en la naturaleza, saliendo a menudo al campo,
describiéndolos, dibujándolos y observando atentamente su conducta, imitando
sus movimientos e inventando historias. Después tuvieron que construir un
microhábitat que reprodujera con la máxima precisión posible el ambiente
natural e introdujeron en él unos grillos. Se informaron sobre cómo
alimentarlos, hicieron pruebas y consiguieron crear un ambiente equilibrado.
Consiguieron que los grillos se reprodujeran en cautividad. Mientras tanto,
seguían profundizando en el conocimiento de estos insectos observándolos en el
terrario y estudiándolos en los libros de los que disponían. Cuando estaban ya
en tercero o empezando cuarto, los niños llegaron a saber bastante de los
grillos y tenían una curiosidad tal que conseguían poner en apuros a la profesora
con sus preguntas. La profesora acudió a nuestro laboratorio en busca de ayuda,
pero ni siquiera nuestros biólogos tenían conocimientos tan específicos, así
que le aconsejamos que se pusiera en contacto con un entomólogo, profundo
conocedor de los grillos, que trabajaba en la Universidad de Pisa. La clase
empezó una correspondencia con el entomólogo, que respondía a las curiosidades,
a las preguntas y a las observaciones de los niños. Esa correspondencia
acompañó a toda la clase durante los dos últimos años de primaria. Hacia el
final del quinto curso, en respuesta a una carta con observaciones de los
niños, el científico le indicó a la maestra que algunas de las observaciones de
los niños y de sus descripciones no estaban aún recogidas en la literatura científica
sobre estos insectos. Eso significa que los niños habían realizado una
contribución original a la investigación científica, que habían aportado algo
que los científicos no conocían. Así pues, cabe preguntar-se: esta clase, que “sólo”
había estudiado los grillos, ¿se había quedado corta? ¿Qué supervisor o
comisario tendría el valor de afirmar que esos niños no habían cursado el
programa entero? Esos niños aprendieron a observar, a hacer preguntas, a buscar
respuestas. Lo aprendieron con los grillos, pero eso es aplicable a todo y en
cualquier ocasión, porque aprendieron a conocer. ¡Ojalá todos nuestros niños
estudiaran “sólo” los grillos¡” (Tonucci, 2012)
Quina diferencia entre l’escola
que proposa Tonucci, on els nens durant cinc anys treballen de manera
interdisciplinar a través dels grills, a través de la investigació, observació,
experimentació, raonament, pensament científic i artístic amb l’escola
tradicional. Què és el que cal aprendre per desenvolupar-se com a persona de
manera integral? Per què farcim els nens de conceptes i continguts un darrera l’altre
per poder acabar el llibre, el temari, el programa? Cal dur aquesta carrera a
contra corrent i anar canviant de tema per quinzena perquè ho marca el
ministeri? No és contradictori avui en dia que parlem tant del constructivisme,
que el nen és el protagonista, que s’ha de respectar la seva zona de desenvolupament
pròxim, els seus ritmes i personalitzar l’educació, continuar fent cas a la
carrera que marca el govern? Els mestres sempre tenen por de no acabar el temari,
però de què parlem aquí, d’ensenyar o d’aprendre?
Bibliografía
Acaso, M. (15 de Novembre de 2013). Periodista digital. Recuperado el 23 de Novembre de 2013, de http://www.periodistadigital.com/ocio-y-cultura/libros/2013/11/18/maria-acaso-educacion-disruptiva-revolucion-estado-sistema-paidos.shtml
Tonucci, F. (2012). Peligro,
niños. Barcelona: Graó.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada