En un cuestionario que realicé hace poco en una escuela,
pregunté a los niños, ¿cómo sería tu escuela ideal? Las respuestas fueron muy
interesantes y variadas, la gran mayoría pedían una escuela más grande, con
salas y patios enormes, con muchos espacios, salas para trabajar y jugar, con piscina y huerta para plantar verduras y
frutas, lugar para el bricolaje, la tecnología, la sala de música con muchos
instrumentos, con sala de conciertos y teatro, que solo tuvieran que asistir por
las mañanas y pudieran traerse el móvil, una escuela sin peleas ni broncas, con juegos
de mesa y buena comida en el comedor, con salidas y excursiones, campamentos, colonias, con un gran arenal para los pequeños, un lugar donde
aprender más idiomas, francés, alemán, una escuela sin normas y sin prisas, ordenadores
para cada uno, con flexibilidad para escoger la clase que les interesa y con
tiempo de sobra para charlar con los profesores de las cosas que les preocupan.
Me pregunto si sería tan difícil organizar
una escuela así, los niños están describiendo un hogar, un hogar enorme para todos y cada uno de
ellos, con maestros cariñosos y cercanos a ellos, con libertad de movimiento y
un aprendizaje vivo, donde ellos pudieran escoger las actividades, los proyectos
y las múltiples salidas al exterior. ¿Por qué no construimos las escuelas como
si fueran auténticos hogares?
A Sara, Judit, Jordi y Sergi les fascina el huerto, plantar, recolectar, recoger los huevos de las gallinas, regar las verduras y observar como crecen.
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