John Abbott, cuando ejercía de profesor en la escuela de
Manchester, tenía la costumbre de llevar sus alumnos a estudiar agricultura en
las zonas rurales de Irán. Al cabo de una semana, el jefe de la aldea que había
entablado buena amistad con Johnn se atrevió a preguntarle: Estos jóvenes, que
son tan altos, tan guapos, tan fuertes, ¿de qué sirven? Ellos no saben
cosechar, no saben montar en burro, no saben encender fuego, ni siquiera saben
coser, barrer o cocinar como nuestras hijas. El profesor Abbott se quedó bien
sorprendido, sus jóvenes alumnos eran la flor y nata de Inglaterra, resultaban inútiles
en Irán e incluso en sus propias casas. No sabían cambiar un enchufe ni hervir
un huevo. Vivían ajenos a la vida real, sus madres les hacían las camas, les
ordenaban la ropa, sus padres les daban dinero y los llevaban en coche a todas
partes. No colaboraban en la vida del hogar, ni tampoco trabajan en vacaciones
o los fines de semana, no tenían ninguna responsabilidad. Solo se esperaba de ellos
que hicieran las tareas del colegio y aprobaran los exámenes.
Abbott, J. (2010). Overschooled
but undereducated. London: Continuum
International Publishing Group.
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