Hoy en día la educación se concibe como un diálogo horizontal
entre el profesor y el alumno, una relación de simpatía y de respeto mutuo
donde el aprendizaje fluye entre el docente y el discente. No es que la función del profesor se haya
visto sesgada, al contrario, esta nueva perspectiva implica un docente mucho
más preparado, en formación continua, capaz de guiar a los alumnos, de
discernir la veracidad de la información, de organizar actividades y
experiencias que sigan los intereses de los alumnos y adecuarlas didácticamente
para integrarlas dentro del currículo, interactuar con el resto del personal
docente para lograr un tratamiento transversal, global y proponer nuevos cambios
al equipo directivo para mejorar el proyecto de centro.
Estos cambios en el rol del profesor se asemejan a las
relaciones de enseñanza aprendizaje entre padres e hijos, los padres tienen
autoridad y una formación que supera a la del hijo, pero no son sabios
eruditos, no lo saben todo y deben seguir formándose para poder ayudar a sus
hijos, los padres están obligados a aprender y adentrarse en nuevos campos del
saber, a veces insólitos, para respetar los intereses de los hijos. Es el caso particular del proyecto corte y
confección, donde con ayuda externa de una experta modista aprendemos todos. Lo
curioso es que puede pasar que los hijos superan a los padres y eso más que una
derrota es un gran motivo de alegría. El auténtico buen docente es aquel que
consigue que sus alumnos le superen.
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